Madres 4

 Madres 4

Fuera de los círculos legales se investigaban circunstancias aparentemente casuales. Se dice que a todo ser vivo le corresponde un semejante. Alguien que tiene su misma apariencia, pero que no suele coincidir en el tiempo con su réplica.

Madres que aparentemente adoptaban eran prestadas sin saberlo a experimentos de selección genética.

Cuando Ana pasó por una histerectomía no supo que se le extrajeron óvulos. Esa práctica era habitual. Había un mercado de investigación que no pedía permisos ni informaba de sus prácticas. 

Los avances en ese campo eran clandestinos. El personal sanitario desconocía su finalidad. No todos ellos hubieran colaborado. Se elegía minuciosamente, teniendo en cuenta su altruismo. Era más seguro así, porque si hubieran elegido comprar se exponían al mercado del mejor postor. Las creencias son más permanentes. ¿Cómo se iban a negar? El futuro deseable era salvar y mejorar la vida. Hacerlo de forma no intrusiva era el objetivo.

En el caso de Ana se utilizó bisturí. El corte fue certero. Ya se utilizaba el láser, pero la doctora que lo practicó era la mejor en su arte. Aunque ella no pudiera saber de sus genes, sabía que estudiarlos llevaría a desentrañar la causa de esa enfermedad, a localizarla y poderse adelantar en el futuro, seleccionando óvulos sanos. En su caso no había un desarrollo cancerígeno. En ese tiempo el historial médico de la paciente dependía de su testimonio, de lo que ella contara sobre ese aspecto de su vida. Habían conseguido que así lo hiciera desde el primer momento que entró en consulta por un sangrado menstrual persistente. Las terapias que se ofrecían eran hormonales. Tratamiento que no dio resultado, porque Ana dejó de tomarlo y soportó el desgaste, buscando otros recursos. En ese momento no se le ofrecía la extirpación del útero, porque se le considerada en edad reproductiva y debía preservarse, aunque en su caso se le advirtió de abstenerse del acto sexual.

Posteriormente, Ana solicitó una adopción. Ella estaba, sin saberlo, en una base de datos como donante. Se valoró el acierto de que ella diera ese paso y se le asignó una niña bebé fruto de esas experimentaciones. Sin ofrecerle información sobre la gestante. 

Eran los últimos años del siglo. Las teorías sobre el 2000 hacían estragos. A Ana la música de los ochenta le gustaba. Tenía un aprecio especial por ella. Entre su selección los cedes ocupaban su prioridad, aunque atesoraba discos de vinilo y casetes. Aún no se había impuesto lo virtual ni internet, aunque ella ya estaba entrando por allí renovando intereses intelectuales. En los noventa de ese siglo accedió a la informática de usuario. 

Hacerse cargo de un bebé en ese momento era complicado, pero no por ello imposible. El entorno de mujeres en el que se movía lo facilitó. Eso y las guarderías que estuvieron a su alcance. Cuando pudo escolarizar a la pequeña en la educación regulada le fue más fácil, porque la llevaba con ella al centro escolar en el que impartía docencia. Todo fueron facilidades. Los hilos que las tejían no eran visibles, pero estaban haciéndolo a su favor. Marcia era de los primeros especímenes positivos. Sus resultados académicos eran de excelencia. Su adolescencia, como la de otros, no presentaba disrupción alguna. Fue ganando en independencia y capacidad de autogestión. Su madre le ofreció una base afectiva de fortaleza total. La empatía era su mayor capacidad. Ponerse en lugar del otro, en todo momento allanaba muchas dificultades. La cultura literaria a la que accedió fue completa. El entorno la favoreció en todo momento. Tenemos que tener en cuenta las figuras de soporte presentes.

Marcia pasó desapercibida para los grupos contrarios a ese movimiento evolucionista. En ese tiempo los movimientos sociales impulsados por el feminismo iban ganando terreno y las adopciones eran bastante habituales. Posteriormente se complicaron y surgieron otras formas favorecidas por un sistema de mercado.

https://labrysmoom.wordpress.com/2023/04/03/madres-4/